domingo, 14 de octubre de 2007

Giro de 180 grados


David Akinin
ENTRE EL MAR Y LA MONTAÑA
David Akinin alcanzó el éxito a los 23 años. A esa edad tenía en sus hombros la responsabilidad de dirigir cinco restaurantes, que después fueron siete. 300 personas estaban bajo su cargo. Atendía en promedio 100 llamadas diarias. En aquel tiempo era el Director Ejecutivo del grupo gastronómico ARA. Su vida era una carrera contra el tiempo. "Me ocupaba de la parte operativa de los restaurantes, tenía que atender a los clientes, a los proveedores, a los empleados. Vivía para apagar incendios. Me acostaba todos los días a las tres de la mañana, no tenía fines de semana libres, y aunque era mi propio jefe, era esclavo de todo aquello. No tenía la libertad de hacer lo que quería porque estaba completamente atado. Me costaba mucho desconectarme de todo ese mundo". Pero Akinin se fue cansando. Sentía que poco a poco se deterioraba física y mentalmente. Anímicamente tampoco estaba del todo bien, así que aprovechó una oportunidad que le dio la vida para reinventarse. "Varias situaciones confluyeron para este cambio. El grupo se separó y yo pasé por un proceso de divorcio muy difícil. Creo que toqué fondo como dicen por ahí y eso fue lo que me hizo despertar". Tuvo que comenzar de nuevo y al principio le costó recuperarse, en algunos momentos sintió que el miedo lo invadía, pero esa situación le permitió apreciar realmente las cosas esenciales de la vida. Cuando lo ve en retrospectiva asegura que fue lo mejor que le pudo pasar en la vida. "Estas situaciones te permiten ver todo en otra perspectiva, porque cuando estás en esta situación todo lo que te viene te parece bellísimo y perfecto, uno es mucho más agradecido con la gente. Logras apreciar los detalles que antes eran ínfimos. En algún momento estuve tentado por la codicia, el poder y el dinero, y no me había conectado con mi parte espiritual. En el momento en que logras tenerlo todo te das cuenta de que te falta algo, que lo que estás buscando no se compra, se trata de una necesidad espiritual". Este ejecutivo de la gastronomía asegura que está conectado con su magia y que se siente completo. Vive en Galipán, donde también dirige un restaurante, Maia, ubicado en el Museo de las Piedras. Su casa tiene al norte el Mar Caribe que lo despierta todas las mañanas y al oeste, El Picacho. Su nueva vida transcurre en la montaña y la naturaleza es la protagonista. Ahora su norte es el negocio del turismo. "Creo que tengo una misión, que es desarrollar la gastronomía en el turismo. Me quiero dedicar a eso, por esta razón participo en este proyecto turístico de Maia, y aunque estoy encargado del restaurante, me he involucrado en todo lo que ha sido el desarrollo del complejo, que incluye también una posada. Se trata de un proyecto más espiritual que ambicioso". Ahora Akinin baja y sube de Galipán como quien va a Plaza Venezuela, y aunque sigue asesorando restaurantes internacionales y viajando mucho, no cambia la tranquilidad de su casita de la montaña por nada. "A mí este sitio me hace mucho bien".

1 comentario:

Tomás Fernández dijo...

Ahora es el GRAN BRO... saludos